En una acera
Por qué está así. Acaso es a mí a quien mira, no puedo creerlo. Es tan simpática y yo tan feo. Me estoy pudriendo de tanta espera; esa puta coaster aún no llega parecen horas las que han pasado. Cómo se llamara, quizás Adriana, un nombre que rima con todos mis gustos y resuena con todos mis obscenidades, o, mejor aun, Pilar, un digno nombre para la perfecta armonía de su rostro, o María Fernanda, denominación como para la madre de mis hijos. La verdad, es que me siento un incompleto, tan descarriado estaré, imbécil; pues debería preguntarle su nombre y dejar de mostrar mi cara de tarado. Tal vez pensará que soy un choro más que aguarda en los paraderos para burlar la seguridad de su posible víctima. Pero no puedo acercármele no sé si será que soy tan cabro y si me creo tan horrendo, que ni accidentado me recojerían ya que estaría más feo. Sus labios carnosos parecen vírgenes y sedientos de otros labios. Quiero trastocar hasta su hediondez y salir de mi idiotez. Pero no puedo. Y el carro que no llega, ¡Mierda! No tengo otra posibilidad de elección. Así es esta ciudad virulenta de tanto desorden, contaminada de tanta irresponsabilidad. Ella contrasta con toda esa peste y parece encantar este cochino paradero. Por un carajo, no es que sea mañoso, pero nunca había visto un lompa en una flaca tan atractivo. Toda su vestimenta armoniza con su belleza.
Carteles verdes, amarillos, rosados, lilas, fluorescentes, y casi todos los demás colores "chichas", iban y venían cuales tombos en presunto patrullaje por las ventosas alcantarilladas avenidas de una mugrosa ciudad. Las avenidas eran famosas en pronuciamientos rudimentarios por sujetos desarreglados y cerriles que tenían por frases celebres: "baja esquina, plancha, pisa, aguanta, marca, suave tombo, cobrate tombo, asiento reservado, avanza al fondo, sencillame primo, dosunocinco copia frecuencia" y demás proverbios. Incongruentes las trayectorías emprendidas por los vehículos, porque las aparentes direcciones se confundían con maniobras mareadas de tantos virajes. En las pistas las ruedas dejaban escoria y los pasajeros iban colgados tan tensados cuán arnés de constructor. Los edificios polvorientos exploraban la mudez de la sorpresa. Aquí todo estuvo en su normal cauce.
Es tarde ella parece haber encontrado su micro y se dirige abandonando la acera y a mí, como anhelo que supiera que me deja a mí. Quizás viva muy cerca de la periferia de Lima, lo sé por el micro que toma. Ahora estoy solo sin tener entretenida la mirada. Ya me quiero largar de este cojudo paradero; tomaría taxi si pudiese meterle un plomaso por paga al taxista, ingeriría veneno sino fuera porque no puedo ni tomar un jarabe. Seguiré esperando ser pasajero de la coaster. Unos minutos parecen aproximarse hacía mí y yo parezco alejarme de aquí.
Carteles verdes, amarillos, rosados, lilas, fluorescentes, y casi todos los demás colores "chichas", iban y venían cuales tombos en presunto patrullaje por las ventosas alcantarilladas avenidas de una mugrosa ciudad. Las avenidas eran famosas en pronuciamientos rudimentarios por sujetos desarreglados y cerriles que tenían por frases celebres: "baja esquina, plancha, pisa, aguanta, marca, suave tombo, cobrate tombo, asiento reservado, avanza al fondo, sencillame primo, dosunocinco copia frecuencia" y demás proverbios. Incongruentes las trayectorías emprendidas por los vehículos, porque las aparentes direcciones se confundían con maniobras mareadas de tantos virajes. En las pistas las ruedas dejaban escoria y los pasajeros iban colgados tan tensados cuán arnés de constructor. Los edificios polvorientos exploraban la mudez de la sorpresa. Aquí todo estuvo en su normal cauce.
Es tarde ella parece haber encontrado su micro y se dirige abandonando la acera y a mí, como anhelo que supiera que me deja a mí. Quizás viva muy cerca de la periferia de Lima, lo sé por el micro que toma. Ahora estoy solo sin tener entretenida la mirada. Ya me quiero largar de este cojudo paradero; tomaría taxi si pudiese meterle un plomaso por paga al taxista, ingeriría veneno sino fuera porque no puedo ni tomar un jarabe. Seguiré esperando ser pasajero de la coaster. Unos minutos parecen aproximarse hacía mí y yo parezco alejarme de aquí.
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