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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

El juego



–Diego, ya... te agarro –con la voz perdiéndose en la corrida rápida.
–No me alcanzas, Belén, eres una tortugaaa – se lo gritaba con la sonrisa en carrera. Diego corría temeroso: una niña le estaba pisando la sombra.

–Ya... Te tengo, Diego –Belén alcanza a Diego con el dedo pulgar anclado al hombro derecho de Diego en un gesto resbaloso.

Corrían alrededor de la manzana, buscaban separarse lo más que se podía el uno del otro. Una niña delgada de piernas párvulas, ojos suavemente elípticos apuntados hacia el piso, acababa de coger el declinante brazo de Diego. En un frenado forzoso los dos niños detuvieron su paso.

–No vale, Belén, hiciste trampa. Me distrajiste cuando estabamos por los jardines.

–Lo que pasa es que estás picón. Siempre te llevo ventaja cuando pasamos por la casa del tío Braulio –con la voz pegajosa a los dientes que dibujaban su sonrisa burlona. Belén había ganado, por eso estaba con esos, ahora, ojos saltones.

–¡Bah! Cómo una niña me va ganar. Además tú, tramposa. Acaso crees que no te vi cuando llamaste a Rambo.

–¡Jajajaja! Entonces perdiste porque eres un miedoso. Diego es un miedoso, un miedoso. Le tiene miedo a los perros, a los perros –Belén ya estaba gritando y encerraba en un círculo a Diego.

–¡Ah! Ya te has fregado flaca desnutrida. ¡Ven acá! –Enfadado aceleraba su paso de mientras que Belén ya estaba otra vez corriendo hacia la derecha de la mirada de Diego.
–Es un miedoso, es un miedoso. Seguro se hace la pichi ¡Jajajaja! –Se dirigía hacia la calle Indigo, son sus zapatitos de charol caramelo. Gritaba hartas cosas de Diego. Ella era más veloz. Saltaba, se escondía, penetraba entre los arbustos, confundía a los vecinos que se dirigían como piedras en el recorrido río abajo de Belén.

–Ya te has fregado, chinchosa. Ya no corrres másss –los sonidos se perdían entre la desesperación de Diego, sí me acuerdo. Ella ya con la fatiga disminuía la aceleración y otorgaba metros de regalo.

–Ya, ya, ya, espérate, Diego –con un suspiro entrecortado en cada resuello–. Hemos corrido mucho. Ya pues, ya me chapaste. ¿Qué vas hacer? Ya ganaste el juego.

–Cómo que soy un miedoso. Tú eres la traviesa –la sujeta del brazo, ya gritándole por la fatiga–. Ya no me gusta jugar contigo.

–Encima eres un aniñado. ¡Jajajaja! –Se saco el brazo de Diego de un golpe y se echo a correr de nuevo.

Esa tarde ámbar estuvieron casi por todo el barrio. Jugando. Encontrándose, perdiéndose, jalándose de los cabellos y abarrotando de carcajadas a todo el barrio. Eran días largos para ellos. Casi todos las semanas desde los martes se veían para jugar por el barrio. En el barrio ya casi no habían niños. Todos eran mayores. Algunos habían dejado el barrio. Por eso, cuando estaban unos tras el otro se escondían entre las casas baldías. Pasaban bastantes horas juntos. Jugando a las adivinanzas, jugando con las muñecas (Diego las torcía para que les sirva de rehenes a sus cachacos), dando revuelcos alrededor de los árboles, se tiraban al llano del pasto para solo ver las nubes de mientras que sus sudores humedecían el césped. Cómo pudiste hacer eso, corrías como loco, jajaja, me decía. Deja de fregarme, tú eres la loca. Entonces dejaban de ver las nubes para verse, se sacaban la lengua o se enseñaban el repliegue del ojo. Ya cuando a uno de ellos le molestaba mucho el otro, optaba por un peñiscón; y, si no dejaba de reírse el otro, reía más. Los dos se daban una lluvia de cosquillas. Después de algunas semanas aguantándose el uno al otro, dejaron casi todos los juegos que habían jugado para jugar solo uno. Lo inventaron despues de estar aburridos una mañana, ambos habían perdido muchas veces, de tanta piconería*.

Era el único rato que estuvieron algo tranquilos sin llamarse tonto o mostra; conversaron algo de escondidas y chapadas. Cuando Diego estaba ya por dar la idea...

–Mira tontito, es sencillo, estaré dando vueltas por el parque. Pero no me verás porque estaré disfrazada de cualquier cosa. Recuerda estoy guardando las cosas por todos lados ¡ah!

–Mostrita crees que soy lorna como tú ¡ja! Olvidas algo, yo también estaré disfrazado. Ni me reconocerás, estare tan flacucho y mostrito como tú –Le señalaba con un dedo y la arrancaba su falda con la otra mano–; mira creo que ya estamos jugando porque tú estas disfrazada de campana de Belén –una mueca, me estaba suicidando de risa.

–Ah sí no, miedoso. Mañana cuando juguemos vendre con el perro del cuidador. A ver si encuentras las cosas y me encuentras a mí, tontito.

–Ya está bien, Belén, no te amargues. Después en las cosquillas me ruegas, mostrita –Belén estaba algo ceñuda mirando hacia el piso. Diego trataba de recuperar su mirada, solo por reflejo.

–Diego, ya no fastidies . Nos vemos mañana. No te vayas a orinar ¡ah! –ya como costumbre se echo presurosa a su andar antes de que Diego siquiera piense en alcanzarla.

–Mostra, te odio. ¡Largate! –ya solo se limito a seguir sentado en la vereda.

Un juego. Sí. El juego consistía en que Belén juntará doce objetos, algo así como tesoros. Los objetos eran jugetes, adornos de la mamá de Belén, prendas de vestir, herramientas, artefactos. Diego no quiso esconder nada porque decía que mejor encontraba que escondía cosas. Y a Belén le gustaba esconderse. Además, ninguno de ellos se llamaba por sus nombres, ni por sus mostras o tontos. No se conocían en el juego, ni se hablaban como siempre en el juego. Cada jugador se desconocía así mismo. El juego duraba casi toda la tarde hasta que ya anochecía, momento en el cual ya no podían verse bien. Cada uno, cuando ya no veía, esperaba al otro en el jirón que daba a sus cuadras, después de haberse quitado los disfraces . Solo cerca de media hora conversaban del juego. Belén le contaba a Diego por dónde estaba escondida y Diego le mostraba las cosas que había encontrado. Se quejaba de los escondites de las cosas. Uno, dos, tres, cuatro... ocho cosas pero todavía no podía encontrar las doce cosas. Cada día nuevo, en el juego se cambiaban de lugar a las cosas. Después de una, dos, tres, cuatro semanas empezaron a ponerse de acuerdo para cambiar de parque. Diego, algo amargo, le decía que era trampa. Justo cuando él ya sabía casi todos los escondites a ella se le ocurre cambiar de parque. Y ella: "Pero si tu mismo te quejabas del parque; ya me aburría estar en el mismo parque, tontito". Así cambiaron de parques. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis parques estuvieron por sede del juego. "Y como se va llamar el juego, tontito" y él: "llamalo juego de la mostra Belén". " Pero, Dieguito, era la primera vez que lo llamaba Dieguito, y tú ". "No sé, ahora estoy contigo, mostra". "Tarado, en el nombre donde vas estar, ¡ah! Espera, pongamosle Juego, nada más; porque solo jugamos tú y yo; mostra y tonto no suenan bien". "Así como yo jamás me voy a llevar bien contigo, flacucha creída". Los dos fastidiándose, terminaban como siempre en cosquillas o jalándose de los cabellos hasta que uno empezaba a llorar y el otro empezara a correr tras el otro.

–Te voy encontrar, ya voy diez cosas, mostrasa –Diego estaba disfrazado con un pasamontaña de fugitivo según él, seguía pensando– Dónde escondiste el zapato negro y el rulero de tu mamá, tramposa. Siempre has sido una maldita jodida.

–Miralo a este Baboso está por las bancas del centro –pensaba en silencio, Belén escondida detrás de un árbol coloso– Lo que no sabe es que lo que le falta está por los geranios. Cuando aprendera, toca su guitarra pero no toca la de mi papá ¡ja! Mostro para Bestia.

–Oe tú, deja eso, ahí está ¿no? –Con sus ahora metro setenta, Diego lanzaba en una mirada su mirada– Ya la encontre me faltan dos cosas y después te atrapo.

–Haber si puedes. ¿Quién eres ah? –Belén le preguntaba con una ironía que hasta se veía en sus ojos, otros días le hizo la misma pregunta– ven si quieres saberlo.

–Será para que me quites las cosas.

–También para conocerte –Diego se acercó a Belén que estaba sentada con las piernas cruzadas junto al árbol; él se agacho para presentarse.

–Soy tu pesadilla, maldita. ¿Dónde están mis cosas? –Belén no le respondió; solo lo miro con su ya entonces mirada coqueta. Sus dos ojos marrones estrechaban la distancia entre ellos, Belén se acercaba, ya estaba de pie cuando Diego también se agacho más. Los dos estaban muy juntos, cada uno se había agarrado del rostro como acariciándolo; con las bocas a pocos centímetros, Belén le suzurraba– Mi pesadilla, oye pareces un sueño dentro de mis pesadillas; pero no te voy dar tus cosas– Al decir esto aparto rápidamente su rostro y se hundió entre los arboles; Diego se quedo entumecido por el atrevimiento de ella y, aunque él no lo decía, también por su belleza. Metros más allá... Ella seguía pensando: "sigue siendo un tontito".

Había, pues, pasado bastante tiempo. Ya no jugaban en el mismo parque, pero seguían jugando en otros. Con menos frecuencia, pero seguían jugando. Nadie sabía por qué. Igual se veían cuando se encontraban por sus casas y quedaban para jugar al día siguiente. Igual se contaban todo lo que les sucedía. Las cosas habían ido cambiando con el tiempo al igual que los disfraces y los parques. Seguían jugando tarde tras tarde hasta el anochecer, así sus amigos los vieran como un par de locos. Ya nada les importaba en el momento del juego más que el juego. Los disfraces habían ido aumentando, pero a veces el número no aumentaba y solo se limitaban a con unos cuantos tijerazos cambiar los disfraces para que sean otros disfraces. Una tarde después de terminadas clases, en sus secundarias, se cambiaron los uniformes. Y como siempre Diego espero a que Belén le dé la señal para entrar en el parque para empezar de nuevo el juego.

–Ahí está la sombra del célular. Así que aquí lo escondió la muy torpe. Voy por él –se decía Diego después de encontrar tres cosas.

–Maldito, ya encontro el célular –Belén estaba por uno de los límites del parque, en la pared de una casa– Cómo así tan rápido no ha pasado ni media hora –pensaba. Pucha, que espeso el tontito este. En qué estaría pensado si no escondí bien las cosas.

–Está atolondrada, ya había encontrado cinco cosas; me puso tranca el monopolio. ¡Ah! esta cosa hace tiempo que no la encontraba. Sigue siendo una mostrita que se esconde para que nadie la vea.

–Oye, dirigiéndose a Diego, flaco, lo que estás buscando como loco no esta por aca. Esta por allá –señalaba a los jardines de tulipanes al fondo a la izquierda, ellos estaban casi en el centro del parque– apurate que se hace tarde.

–¿Seguro? Será que siempre por estos parques encuentro a una mostra que me sigue mintiendo con el mismo cuento hace años. ¿O no?

–¡Ah! Entonces piérdase –con la mirada traviesa encerrándolo en círculo y el viento abanicándole los cabellos, esta vez Belén iba disfrazada con un vestido púrpura de manga suelta hasta la muñeca; en las piernas, el vestido iba en picada hasta que cortaba las rodillas.; en el hombro, llevaba un broche de plata; en los oídos, unos pendientes plateados. Tenía el cabello libre sin tenerlo recogido como la mayoría de las veces en el juego.

–Maldita. Seguiré buscando –Diego penetraba, ahora, en los arbustos de los lirios; ahí encontró la muñeca, otra cosa, de Belén.

Pasarón varios minutos. Peine, cachaco (Belén se lo arrebato hace algunos años), "El baldor", una foto familiar de ella, una botella de cerveza (ella y él ya bebían). Ahí estaban las once cosas, sí once cosas. Diego por fin estaba a una cosa de ganar el juego por primera vez y de perseguir, por fin, a Belén. Ya estaba cansado que siempre durante los juegos se burle de él y andaba algo ansioso por el final del juego, pues nunca lo sabía: ¿Qué pasaría espués de encontrar a Belén? Entonces, emocionado Diego fue a guardar la última cosa encontrada junto a las otras en la pila que formaba en cualquier parte del parque y ahora comenzaba con la búsqueda de la última cosa. La tarde ya empezaba a sucumbir con su rostro abochornado inmerso en las nubes. El estío hacía que la tarde se haga púrpura y que ahoge las esperanzas de Diego.

–¿Dónde podrá estar? –se gritaba mentalmente– La maldita vinó para burlarse de mi traje –Belén había pasado minutos antes por su costado para señalarle lo dezastroso que era su disfraz de juglar– La otra vez, lo escondió junto a la pileta debajo de la válvula.

–Este, tarado, está cerca de la cosa. Yo me voy escondiéndo, me asusta que me pueda ganar –pensaba sigilosamente.

–¡La encontre, la encontre, la encontre! –Gritó como cuando encontro su primera cosa de niño. Estaba ahí al pie de uno de los monumentos de arte del parque, tenía aún los ojos inocentes de ese niño que escapaba de Belén, en esos tiempos cuando él se escondía.

–Este, este, ¡lo encontro! –penso– Ahora... sí –Belén salió de su escondite con dirección cualquiera.

–Ahí estás: por los columpios. –Esta vez, Diego corrío más rápido que Belén. No paso muchos segundos antes de que le pise la sombra empequeñecida por la ida del sol.

–¡No me vas ganaaaaar, estúpido! ¡No!

Diego logro atraparla cuando recorrían el jardín de los claveles. Con su pie estrecho a las piernas de Belén, ella cayo bajo el cuerpo de Diego.

–Ya te atrape –sonriente como cuando se burlaba en la búsqueda–; ahora sí dime quién eres.


–Soy una tontita ¿Qué vas hacer? –le decía ya muy cerca a él, con un suspiro de hálito por la pérdida. Diego la tenía túpida entre sus ojos. Otra vez estaba entumecido, no podía dejar de mirarla; parecía de verdad que la desconocía. La tarde ya no estaba, había sido borrada por la noche con un píncel indigo oscuro. La oscuridad ahora jugaba el juego, escondía todo lo que encontraba bajo su manto. Las hojas verdes se tornaban púrpuras. Así, Belén paso a vestirse de la oscuridad jugadora del juego. Pero el juego ya había terminado. Había un ganador que ya no era perdedor. Los faroles bocetiaban sombras en las bancas y en los arboles. La gente pasaba a juntarse a esa hora de la noche. Ya puedo dejar de esconderme bajo estas palabras porque el juego termina, ya puedo reconocerme.

–Yo soy el mostrito. Lo que voy hacer es atraparte ya que te he encontrado. No pienses escapar
–Lo decía yo con las palabras temblorosas por el nerviosismo–; te he buscado mujer en este juego por los parques junto a nuestras cosas. Belén, ya no eres mostrita, eres mi tontita que se escondía y escondía esto –me aproxime y me desplome contra sus labios. Quería ahogarla con la quemazón que tenía dentro. Ella me respondió con igual ternura.

–Airada por el beso me dijo, recuerdo, con su voz amanecida en el atardecer –Demoraste bastante en atraparme, mostrito. Siempre te he odiado cuando te he hablado, en silencio te he amado. Yo no soy tu mostra porque ya mo me escondo ahora me muestro.

Seguíamos en reposo mientras jugabamos con nuestras caricias. Yo la recorría con las que me permitía. Dejamos de esconder la mentira para mostrar la verdad. Nunca olvidaré ese juego, Belén; vuelvo a buscarte siempre para esconderme entre tus muchas tonterías, tontita. Aún seguimos jugando a escribir este juego.

–––––––––––––––––––––
*Piconería alude a la imposibilidad de verse como vencido; ídem, significa estar envidioso por no tener el tirunfo.

¿Rellenas?

Aplasto con el lápiz sobre el papel
un punto
recorro hacia la izquierda un trazo
ondulado en una curva encerrada hacia la derecha
culmino en un punto
ahora parto de él hacia la derecha
una curva semejante a la anterior
en orientación inversa
temino todo el dibujo en un punto
el punto aplastado sobre el papel, al inicio
para señalar a la mujer
que tuvo algo en un ayer

Hago desplegar las páginas hacias atrás
buscando que las hojas hablen por sí solas
Pero, la sorpresa es otra
no hablan
Hay dibujos entramados en varias líneas
horizontales, verticales, en pendiente, sinuosas, curvas...
no hay semejanza

Pintan caricaturas de nodrizas en uniforme
aplomadas hasta los muslos
otros son sus bustos, no los del presente
Adolescentes encerradas en preguntas con respuestas
sin respuestas
más preguntas
algunos monosílabos

Distraídas andan entre los dibujos de las hojas
abochornadas por sus respuestas
tremulas por sus sonrisas que otorgan a la mentira jadeante sobre la verdad
La menarquía tenía dibujo
quieto, sin desenfreno, el coqueteo al fresco
del cuaderno forrado en el colegio
Así, los dibujos terminan de aparecer con el pasar de las hojas
después del olor añejo
el recorrido por los cumpleaños
El Slam se queda en el suelo

Una vez estuve dibujada en los dibujos
de un mismo punto
Ese corazón
mostraba mi primer amor...
¿Quién te gusto?

Expoliación

Desde algunos posts que no escribo algo más directo. Todos han sido bocetos que han sido dedicados a mi obra y lo que siempre trato de plasmar en un momento. Ahora creo algo oportuno abandonar un momento mi obra y dirigime frontalmente a la situación en la cual me encuentro: a punto de abandonar el año. Entonces el lector ya estará divisando la sombra del asunto que me trajo aquí. El realizar un breve repaso del año.
Si no mal recuerdo, este espacio es de este año. Un día de Junio, no recuerdo con más acercamiento la fecha exacta, en la noche me movió bastante los escritos que encontraba por varios otros blogs vecinos. Hacía una dos semanas dedicaba la lectura de estos con un tanto de interés. Disfrutaba con la impersonalidad y la personalidasd que muchos blogs lucían cual vestido de noche de una damísela en una gran cena. En la noche de este día, el que he referido inicialmente a este parrafo, entre a la página de blogger e hice morder algunos trozos de queso con el ratón en la pantalla y, ¡listo!, estaba publicando mi primer post. Era justo uno del mismo corte que este, daba la apertura para lo que iban a ser mis reminiscencias. Después de este día trate de publicar lo que podía y extraer la fealdad bella con la que me tropezaba mentalmente.
Hasta ahí lo concerniente a este blog. Pero, en realidad, para ser menos mezquino, este año tuvo en lo personal, lógico el tono porque ya lo advertí, un sinnúmero de hechos que han marcado mi existencia como a mi DNI de tanto votar. Tanto estudios, perspectivas del mundo, modalidad de escritura, relaciones amícales, arte, música y otras algo inanes se presentaron a lo largo y ancho de estos meses. Lamento, ya que voy por esta línea, no haber hecho este post en el otro blog, qué mezquino olvide mencionar la parte más cotidiana de mis escritos; la causa la encuentro en que aquí verdaderamente nació esto de estar blogiando, ya un verbo propio del inventario abierto de este, y lo tenía que hacer por aquí. También tengo que advertir que este será el último post personal que estará aquí, a manera de cierre es este post. Este blog seguirá para las reminiscencias pero estas perpetuas solo en la pluma incansable de la personalidad bifurcada de mí y mi obra. Ya no creo que habrá, para concluir con esta idea, otro directo.
Siento que en vez de hacer una retrospección me he ido muy delante casi de narices al suelo. El año ya está pasando y sigue abarcándome dentro de sus márgenes. Ya mañana será veintiocho de diciembre y seguire, ya para caer adelante y tratar de tomar estabilidad, ya no gatear, erguirme y echarme andar hacia el otro año, al ras de mi pluma con la iluminación de una reminiscencia, en la oscuridad que abunda, en mi literatura.

Eco

Anhelaba poder mostrar un compromiso para con tus sueños: hacerlos realidad. Muchas veces te he visto andar en círculos sin encontrar ningún camino; no puedo hacer mucho porque una fuerza externa lo impide. He logrado hacer que pienses en ti mismo más de lo que podías pensar en los demás, años atrás. Ya no te miras mucho al espejo porque tu cuerpo se diafragma en las mentiras que nunca has callado. Inclusive, hoy ni guardas silencio, pues haces bastante bullicio con tu enfermedad, siento que hoy me congregó una de sus secuelas. Ya no quiero verte en el espejo más; necesito que te olvides del reflejo. Ahora quería escribir para dejar de estar callado y oír tus quejas que reclaman el resto del tiempo que no lo he hecho. Estas palabras que están dirigidas a mí.

Lucífero entre dedos

Siento algo que me invade
en umbrías flemas, mi boca se desliza por mi oído
al ver estoy tocando
orondo tengo el metacarpio
en celo
con el pene erecto
hacia el cielo
mi pelvis intonsa murmura premura
agita, me excita
es una diatermia en al ápice vibrante
un errabundo entre los fluídos
sin ningún punto terminante
más que la exaltación solipsista de un punto quebrante

Las imágenes toman revuelo
solo en un recinto sin tiempo
en la imaginación voyeurista
una salida entre dos nudistas
haciendo de amantes
en desfavor de la masonería
Nunca existieron tales seres en algún momento
aparecen en imágenes sin casualidad
producto del pensamiento

Las imágenes se hacen reales cercanas a la egida del manto en quinteto
entre la arena y la espuma de mi mirada
la euforia me asfixia
infundo miedo a la bestia que se arremete contra mi pena
no voy a llegar
al brote amatista
me quedare dormido al lado de la nuca del decapitado
en la veleidad eterna
después de la refriega con la soledad altanera
del acompasamiento de un pensamiento
en el efémerides de mis versos
mientras dejo el infierno

"See you in June"

Alguien estaba un año más en este mundo
La casa llena de familiares
Había algunos regalos
Discusiones de música
Grupos
Alguien estaba bastante cerca de mí
Sentados al pie de una vereda

Yo abrazado de ti
Tú con tu sonrisa jocosa
Yo con mi broma morbosa
Mirándote a los ojos
Sí, un viajero extraviado entre la iris café que no perdona una noche
Por tus cabellos sápidos a almendra vanidosa
como tú

Nuestra amiga aún no venía, recuerdo
Conversabamos de la rabia que te da
cuando te tocaba sin abuso, un muslo
Te reías, con los ojos rutilantes
expectantes de un acermiento más
Con ese aroma, solo tuyo, con el que aún desfallezco
La mirada coqueta con la que me pegabas un graznido de tu pecho
Eras más mayor que hacía un año
Llevabas puestas esas zapatillas roídas que tanto te gustaban, no sé sí todavía ahora
No hubo más demora
Me atreví, como otras ocasiones, a prenderme de tu cintura
y sin ningún temor sentí el temblor de tus labios
emulando el movimiento de nuestras manos al estrecharse
seguimos sin hacer caso a tus viejos
miraban a dos grungers gustarse
matarse
endilgarse sus más erogenas zonas
para no tener ninguna zosobra
era mi único regalo

De pronto a alguien se le ocurrió prender la radio
poner esa emisora que a los dos minutos de un regalo de un extraño
A los pocos metros de tu casa
en le entrada
Una melodía triste era expulsada

Dejamos de hallar la muerte en nuestras bocas
para recordar la canción que se oía
me miraste emocionada
yo entumecido por los primeros acordes apausados
los dos
borrachos de tanta melodía, Rhinoceros...

" Could have known
I would reveal
Should have known
I would conceal your way

She knows, she knows, she knows
She knows, she knows, she knows
How's it
She knows, she knows, she knows..."

La batería se arremetía con la violencia de nuestras caricias
Los punteos en la guitarra temblaban en nuestras entrañas
uno a uno suspirabamos al pie del camino

"Open your eyes
To these must I lie?"

Guarnecidos entre nuestros abrazos termino la melodía
y el resto
lo recuerdo ahora que oigo
otra vez la melodía

Silencio

Es muy extraño tener que leer y sentir que alguien te susurra las palabras que estas leyendo. Se podría decir que es la voz mental que sigue la lectura como a un fetiche. Pero qué. Pues, no sé. Ahora que escribo todo está en silencio, marginando el poco ruido de mis dedos. El acto de escribir, sin ninguna exageración, es una ebullición de las ideas que surgen para flotar a nuestro alrededor. Cuando de pronto, las ves en ondas. Algunas en vavién, otras en picada y unas pocas me fusilan a quemarropa. Estas últimas son las que son plasmadas ahora. No importa mucha su condición ni su origen. Solo aparecen porque no me detengo en su exploración y su contemplación. Me vislumbran. Serpenteantes y ariscas, les doy mucho crédito. Es cierto que cuando escribo a veces hay un determinado destinatario. Otras, en cambio, nunca encuentran las ideas un destino. Solo se precipitan contra el suelo y se disuelven con el polvo.

Ahora que estoy leyendo lo poco que he escrito arriba, nuevamente alguien me susurra. No es mi voz, yo lo sé. Porque al hablar me escucho. No puedo identificar está voz. Estoy siendo presa de algun indicio de locura, quizás. Ahora mismo estoy escuchando: "Me vislumbran. Serpenteantes y...". Me encuentro muy asustado. Las ideas están desapareciendo. Y la voz cada vez se hace más imponente. Escucho lo que estoy pensando. Estoy pensando no seguir escribiendo. Estoy pensando groserías, imagenes fatales.

No puedo creerlo. Las voces perduran. Mutismo imploran... Y "yo"... aquí no me ves: una consonante y una vocal.

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No contenplamos ahora

Realizando distintas reflexiones y observaciones, podemos dar cuenta de muchos asuntos que se nos escapan ante nuestros ojos. En principio cada uno de nosotros desempeña un rol determinado en la sociedad. Nuestras actividades muchas veces permanecen circunscritas a dicho rol o tarea que siempre entumece nuestros pensamientos. En momentos posteriores o ulteriores terminamos por no detenernos un momento a, ¿por qué no?, recordar y tratar de fijar nuestros pensamientos. Solo nos dedicamos a nuestras labores más cotidianas sin ningún otro escrúpulo más que continuar lo propuesto en nuestras vidas, partimos de la condición que ya somos independientes de oficio. Todo lo anterior suscita que llevemos a cabo reflexiones acerca de la realización de nuestro rol. Damos por sentado que es una necesidad inexorable. Sin embargo, al contrario de la afirmación anterior, también es una necesidad inexorable, y no necedad, del hombre en general de realizar otra actividad que requiere, igual a la anterior, el de fijar los pensamientos un momento de calma. A esta actividad la denominaremos Contemplación.

A diferencia de la primera actividad, ya conocida y heredera del pensamiento racional de la filosofía moderna, la Contemplación se va a realizar siempre como un acto de observar pasivamente. También vamos a pensar, pero vamos a pensar en nada. Porque esta actividad considera la abstracción de todo lo que eventualmente nos rodea cuando llevamos a cabo tal actividad. La Contemplación es una especie de observación densa. A partir de la percepción de un sinnúmero de objetos y entes es que logramos acumular, mediatamente, la información y plasmamos lo que evocamos. Al ir contemplando vamos hacia la nada, pues toda esa información va a contribuir a cambiar nuestra percepción y, entonces, no vamos a tener algo concreto. Por esto último, la Contemplación es una actividad idealizada al más alto nivel.

Los que se dedican a orar y no practicar su fe están contemplando. En este último aserto nos detenemos un poco para destacar que la oración referida no es pues una determinada oración en sí. Sino que me refería a ese acto mediante el cual conversamos con Dios y con ello, más acertadamente, hacemos referencia a una plática sin un guión establecido. Pues, cada una de las oraciones comunes son guiones que tenemos que repetir y repetir tantas veces como lo considere el cura que nos va absolver de nuestros pecados (tengamos predispuesto este punto para la religión más practicada en el mundo que es la católica). Bien, entonces, aquel que conversa con Dios con toda libertad de discurso podría estar efectuando una Contemplación. Pero, este ejemplo aún puede originar dudas. ¿Cómo así hablar con Dios conduce hacia la nada, implicación de la premisa antes enunciada? Este acto de oración solo está sujeto por la devoción; es decir por la creencia férrea que se está conversando con Dios y que, quizás algún ateo podría llegar a esgrimir, podría estar hablando solo o podría estar orate. Seguido a esto, debemos precisar, en consecuencia, como condición que somos devotos, ahora no sabemos si fieles o infieles esto es una implicancia ajena a nuestro tratamiento. Ahora bien, estamos seguros de que conversamos con Dios, hacemos nuestras correspondientes suplicas. Después ¿aparece un rayo resplandeciente y escuchamos la voz del señor, en jerigonza católica, que nos dice que va atender a nuestras suplicas?. Pues, los más creyentes aseveran con toda contundencia que sí. Mientras nosotros, pusiese el caso, no percibimos nada. Es, entonces, que habiendo tenido fe de repente la perdemos. Y así nuestra oración se vuelve la actividad de contemplación. Vamos hacia la nada al no encontrar al Dios que en principio habíamos establecido como nuestro principal receptor.

Además de la oración, tales como el vivir de un eremita bien podría considerarse como Contemplación. Una eventual enajenación también es una Contemplación. Empero, no este acto de escribir. En el que irreprochablemente hay razones y hay un constante esgrimiento de ideas seguido de varias pautas desarrolladas con la actividad de reflexión.

Hay que reconocer más actos como actividades que incurren en una irreflexibidad, que nos apartan de nuestros roles, de nuestras circunscripciones en sociedad. No buscando razones ni motivos. Sino, dejándonos llevar por nuestros sentidos, terminamos en la densidad apacible de la nada. ¿Existe una importancia en la Contemplación? Sin duda la hay pero esta no se encuentra en la racionaldad ni en un porqué objetivo. No podremos abordar la importancia en un ensayo como este sino la encontraremos en la propia Contemplación.

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De tu poema al mío

El botón
del botón a los minutos de espera
de los minutos de espera al mouse
del mouse a un par de teclas
del par de teclas a un menú
del menú a una dirección electrónica
de la dirección electrónica a un blog
del blog a un poema

del poema a lo oscuro y claro
de lo oscuro y claro a la espera y a la distancia
de la distancia y de la espera surge una bella damísela
corridas y saltos
versos abandonados al pie de página
sentimientos correspondidos por un sentido de nostalgia
de los recuerdos surge mi sonrisa
con alegría, me encuentro dibujado detrás de los versos
pensamiento, corazón, laberintos y esos
no puedo desquitar mi sonrisa
hasta lo ha puesto en rima
¿lo pusiste en rima?

del por favor al te recuerdo
del te recuerdo al te necesito
del te necesito al te extraño
del te extraño al te escribo
del te escribo al te amo

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