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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

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No contenplamos ahora

Realizando distintas reflexiones y observaciones, podemos dar cuenta de muchos asuntos que se nos escapan ante nuestros ojos. En principio cada uno de nosotros desempeña un rol determinado en la sociedad. Nuestras actividades muchas veces permanecen circunscritas a dicho rol o tarea que siempre entumece nuestros pensamientos. En momentos posteriores o ulteriores terminamos por no detenernos un momento a, ¿por qué no?, recordar y tratar de fijar nuestros pensamientos. Solo nos dedicamos a nuestras labores más cotidianas sin ningún otro escrúpulo más que continuar lo propuesto en nuestras vidas, partimos de la condición que ya somos independientes de oficio. Todo lo anterior suscita que llevemos a cabo reflexiones acerca de la realización de nuestro rol. Damos por sentado que es una necesidad inexorable. Sin embargo, al contrario de la afirmación anterior, también es una necesidad inexorable, y no necedad, del hombre en general de realizar otra actividad que requiere, igual a la anterior, el de fijar los pensamientos un momento de calma. A esta actividad la denominaremos Contemplación.

A diferencia de la primera actividad, ya conocida y heredera del pensamiento racional de la filosofía moderna, la Contemplación se va a realizar siempre como un acto de observar pasivamente. También vamos a pensar, pero vamos a pensar en nada. Porque esta actividad considera la abstracción de todo lo que eventualmente nos rodea cuando llevamos a cabo tal actividad. La Contemplación es una especie de observación densa. A partir de la percepción de un sinnúmero de objetos y entes es que logramos acumular, mediatamente, la información y plasmamos lo que evocamos. Al ir contemplando vamos hacia la nada, pues toda esa información va a contribuir a cambiar nuestra percepción y, entonces, no vamos a tener algo concreto. Por esto último, la Contemplación es una actividad idealizada al más alto nivel.

Los que se dedican a orar y no practicar su fe están contemplando. En este último aserto nos detenemos un poco para destacar que la oración referida no es pues una determinada oración en sí. Sino que me refería a ese acto mediante el cual conversamos con Dios y con ello, más acertadamente, hacemos referencia a una plática sin un guión establecido. Pues, cada una de las oraciones comunes son guiones que tenemos que repetir y repetir tantas veces como lo considere el cura que nos va absolver de nuestros pecados (tengamos predispuesto este punto para la religión más practicada en el mundo que es la católica). Bien, entonces, aquel que conversa con Dios con toda libertad de discurso podría estar efectuando una Contemplación. Pero, este ejemplo aún puede originar dudas. ¿Cómo así hablar con Dios conduce hacia la nada, implicación de la premisa antes enunciada? Este acto de oración solo está sujeto por la devoción; es decir por la creencia férrea que se está conversando con Dios y que, quizás algún ateo podría llegar a esgrimir, podría estar hablando solo o podría estar orate. Seguido a esto, debemos precisar, en consecuencia, como condición que somos devotos, ahora no sabemos si fieles o infieles esto es una implicancia ajena a nuestro tratamiento. Ahora bien, estamos seguros de que conversamos con Dios, hacemos nuestras correspondientes suplicas. Después ¿aparece un rayo resplandeciente y escuchamos la voz del señor, en jerigonza católica, que nos dice que va atender a nuestras suplicas?. Pues, los más creyentes aseveran con toda contundencia que sí. Mientras nosotros, pusiese el caso, no percibimos nada. Es, entonces, que habiendo tenido fe de repente la perdemos. Y así nuestra oración se vuelve la actividad de contemplación. Vamos hacia la nada al no encontrar al Dios que en principio habíamos establecido como nuestro principal receptor.

Además de la oración, tales como el vivir de un eremita bien podría considerarse como Contemplación. Una eventual enajenación también es una Contemplación. Empero, no este acto de escribir. En el que irreprochablemente hay razones y hay un constante esgrimiento de ideas seguido de varias pautas desarrolladas con la actividad de reflexión.

Hay que reconocer más actos como actividades que incurren en una irreflexibidad, que nos apartan de nuestros roles, de nuestras circunscripciones en sociedad. No buscando razones ni motivos. Sino, dejándonos llevar por nuestros sentidos, terminamos en la densidad apacible de la nada. ¿Existe una importancia en la Contemplación? Sin duda la hay pero esta no se encuentra en la racionaldad ni en un porqué objetivo. No podremos abordar la importancia en un ensayo como este sino la encontraremos en la propia Contemplación.

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