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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

Cáscara de plátano




Cualquier día en cualquier lugar y debe ser a cualquier hora. Caminas cuando alguien se acerca. Está entretenida con el mp3 player, no parece querer conversar, pero tampoco camina con prisa. Debe ser de esas chicas que ves pasar cerca cuando vagas un rato después de trabajar. Le reconoces porque usualmente te es atractiva.

Mira a un lado como si tú no fueras en tu vida a ser un fantasma. No oye tus pasos porque para ella estás pasando a gatas. No huele el chanel que te has echado, pues la verdad debes llamarte Inodoro. Por más que agitas el aire, una pequeña mariquita en ese momento es capaz de dar un concierto. Nunca el pensamiento dió una vida en un instante. Y déjate de payasadas. Ser mirón tampoco te hace interesante. Pese a que no puedes dar señal alguna de tu existencia, aún no puedes sacar de ella algo de lo que podría enrojecerse. Gracias a ti es hermosa.

El encanto no está en su cutiz, el cabello ondeado, suave, trasluciente y fragante que lleva. Tampoco en el modelo que eligió ser con la ropa que lleva. No hay por qué hablar del fino boceto de trazos que le da ese rostro. Jamás alguien lo encontrará en la delicadeza de sus manos. Y aunque fue lo primero que esperaste ver cuando terminara de pasar por ti, tras sentir deseo por ver qué traía delante, la verdad no continuaste igual.

Te sentiste en cambio otro. Un arco iris en la Antártida sobre la extinción de los pingüinos. La caída del Niagara en los años cuarenta con Gene Kelly cantando de felicidad, y en plena guerra mundial. La máxima armonía en un grupo de jóvenes, sin ningún líder que les dijera a dónde ir, y ningún solo hippie. Si jugaras la lotería en este instante, podrías comprar Wallmart y aun Ibiza.

Sonríes porque no la conoces y porque eres insignificante. Porque ella querría conocer antes al único sobreviviente en tu género de la próxima guerra nuclear, y entonces tampoco habrías pintado. Entonces ella se da cuenta mirándote sin que esta vez tú seas quien se dé cuenta. En tu felicidad, no te fijaste que incluso la magnificiencia no puede librarte de resbalarte con una cáscara de plátano.

Aunque pasaras la vergüenza y le causaras risa, la verdadera suerte fue conocerle y darte cuenta de que no era tan hermosa, sino la única si fueras a pasar por el costado de miles de hermosas al igual que en cualquier día, en cualquier lugar y a cualquier hora.


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