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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

Subida hacia abajo

Adorable, el recuerdo, hablo solo, acompañado de nadie, una mosca zumba en el aire, menuda tripa colgando de abajo.

Muerto, Muerto estará un moribundo
Cuerdo, cuerdo actuará este cojudo, suertudo
por ser extrañado.
Cuerpo, cuerpo tuyo quiero.
No hay zumbido, de arriba una tripa, de abajo, bajo una escalera, nadie con un matamoscas.

Identidad, eyaculación

No puedo ser más yo ahora
sere él
el perro
tu mascota
qué ser
qué soy
qué sere
ya me cansé de ser yo
de escribir yo
tú?
él?
nosotros?
carajo no estoy repasando los pronombres
en la calle
dos cuadras más allá
un viejo hostal
sobre un catre, alguien pensativo
con la cien pegada a un perservativo
ya no soy él
ya no soy tú
soy...
ya qué carajo importa

Espejos

Miras y te ves, te ves y miras; te mueves, se mueve. No hay manera que te deje de seguir, imitar. Esto no es nada hilarante, es el más perverso reflejo. Qué es lo que observas, pues no todo lo que está ahí es lo que ciertamente es, piensas. Sí observas la misma habiatación, por qué. Sientes que no es suficiente el conociemiento poseído acerca de ese clon. Quieres entrar a través de esa pared cristalina, que se encuentra en medio del ambiente frente a la puerta; tratas de ingresar paro la pared resiste todo intento. Entonces, convencido de que no hay nada extraño, le das la espalda. Repentinamernte, el aire es mordido por un cúmulo de escarcha rutilante; lo percibes, observas el espejo hecho trizas. Es inusual verdad, reflexionas. La rajadura ha multiplicado varios espejos diminutos, te observas en cada uno de ellos. Cuando las imágenes reproducidas en los cristales se acercan, piensa tú no te has acercado. Sobresalen extremidades de todos los espejos. Tú atónito, boquiabierto. Logran escapar, estos otros, de esa prisión cristalina. Sabía que esa pared poseía algo extraño, no me gustó desde un principio que me mire, te dices ensimismadamente. Pero estos otros estàn eclipsados, funestos barbotan crujidos, semejantes a la estridencia de los cristales deshechos. Con las pupilas dilatadas, ellos son de todos los tamaños. Te acometen, aprehenden; estás bien sujeto y entonces uno de ellos trata de asfixiarte. Si èl hálito calcina tu esófago, siente como la saliva ahoga tus cuerdas vocales, como tus semejantes estrujan el uniforme carnoso que orina sangre. Te pierdes en la oscuridad; ellos impiden toda percepción.

Luego te sientes bien. No sucedido nada tal vez ha sido un mal sueño, piensas. Te encuentras desperezado en el piso de la habitación. La pared cristalina está reluciente. Pues que pesadilla he tenido, te dices. Das algunos pasos dándole la espalda al espejo; estás girando el manubrio de la puerta, sì lo giras en sentido antihorario. Para tu sorpresa aseguras el picaporte. Giras hacia el otro sentido y la puerta se abre. Estás en el pasillo principal de tu casa; desciendes por la escalera que da al primer piso. Terminas la escalera y sigues estando en el pasillo anterior. Retrocedes la mirada y la escalera no está. Solo hay una ventana que da a tu jardín. Miras a través de la ventana y observas el cuarto y la puerta, que da al pasillo. Que està pasando, piensas. Quieres atravesar la ventana pero una pared transparente lo impide. Golpeas, empujas, no hay como abrirla. No hay como ir hacia el otro lado de la ventana. Volteas y buscas algo con que destrozar la ventana. Encuentra en el pasillo una vieja silla; la tomas y acometes frenéticamente contra la ventana, una y otra vez, intermitentemente. La silla termina destrozándose parte por parte. Minuto por minuto se va acabando tu paciencia, se va acabando tu esperanza, se va acabando tu vida. Solo te consuelas con seguir observando a través de la ventana el cuarto donde debe estar el espejo. Dónde está, piensas. Debería estar tras la ventana. De repente te apresuras y abres la puerta del cuarto. Observas el espejo; te reflejas, está normal. Mantienes la mirada hacia el espejo hasta que sales al pasillo miras la ventana y te ves a ti mismo por la ventana. Miras, nuevamente, el espejo y estás hecho trizas. Miras la ventana, y un n viso te cega. Nuevamente en la oscuridad de tu visión deambulas. Con el tacto puedes sentir la pared del pasillo. Aún te encuentras en el pasillo; esta vez el sonido estridente que emite el espejo al resquebrajarse, un sonido demasiado agudo, se produce. Tus tímpanos no pueden más, los oídos dilatan sus orificios. Repentinamente, la lengua oprime tus dientes con una fuerza descomunal; los incisivos se despliegan hacia adelante, hasta salir expulsados por ese órgano muscular. El dolor te compunge; no lo puedes evitar. Hasta que la visión retorna y ves tu cuarto, pero no te puedes mover. Te encuentras adherido a la ventana. Avizoras en el cuarto por la puerta ingresa tu madre. Ella observa hacia ti, hacia la ventana; con el rostro impàvido y los ojos abiertos tenazmente. Y suelta un potente grito. Tal es la intensidad que sientes un trémulo por todo el cuerpo; cada vez más fuerte, y entonces sientes como los cristales se cercenan, como tu cuerpo se desploma. El espejo yace reluciente de nuevo.

Un poema no?

Continuidad parece ir de la mano con alcohol.
Qué tan defecado puede estar uno
Con quién pretende seguir fumando lo que queda del cigarro
Más hierba parecen pedir varios
Mas no hay infinito Crack no?
Ya, no seguirán viviendo no?
Las lisuras parecen ser manufacturadas por el mismo conducto que expulsa lo más fétido
En el inodoro, la mierda parece sumergirse y bañarse con un ponche de orina
Cojuda la muerte que vagabundea por aquí y no enamora a ninguna vida todavía
Las vidas no quieren desdunarse ni enseñar los muslos como en días pasados
En los cuales la hoz de la muerte era más lúbrica que el pene de un conejo
Cómo se puede comprender tano desenfreno
Las colillas son fumadas por el viento expulsándolas fuera del lugar
Las putas son expulsadas hacia adentro, qué curioso no?
Después de todo no es nada sorprendente
no hay que ser un vidente
no?

En una acera

Por qué está así. Acaso es a mí a quien mira, no puedo creerlo. Es tan simpática y yo tan feo. Me estoy pudriendo de tanta espera; esa puta coaster aún no llega parecen horas las que han pasado. Cómo se llamara, quizás Adriana, un nombre que rima con todos mis gustos y resuena con todos mis obscenidades, o, mejor aun, Pilar, un digno nombre para la perfecta armonía de su rostro, o María Fernanda, denominación como para la madre de mis hijos. La verdad, es que me siento un incompleto, tan descarriado estaré, imbécil; pues debería preguntarle su nombre y dejar de mostrar mi cara de tarado. Tal vez pensará que soy un choro más que aguarda en los paraderos para burlar la seguridad de su posible víctima. Pero no puedo acercármele no sé si será que soy tan cabro y si me creo tan horrendo, que ni accidentado me recojerían ya que estaría más feo. Sus labios carnosos parecen vírgenes y sedientos de otros labios. Quiero trastocar hasta su hediondez y salir de mi idiotez. Pero no puedo. Y el carro que no llega, ¡Mierda! No tengo otra posibilidad de elección. Así es esta ciudad virulenta de tanto desorden, contaminada de tanta irresponsabilidad. Ella contrasta con toda esa peste y parece encantar este cochino paradero. Por un carajo, no es que sea mañoso, pero nunca había visto un lompa en una flaca tan atractivo. Toda su vestimenta armoniza con su belleza.

Carteles verdes, amarillos, rosados, lilas, fluorescentes, y casi todos los demás colores "chichas", iban y venían cuales tombos en presunto patrullaje por las ventosas alcantarilladas avenidas de una mugrosa ciudad. Las avenidas eran famosas en pronuciamientos rudimentarios por sujetos desarreglados y cerriles que tenían por frases celebres: "baja esquina, plancha, pisa, aguanta, marca, suave tombo, cobrate tombo, asiento reservado, avanza al fondo, sencillame primo, dosunocinco copia frecuencia" y demás proverbios. Incongruentes las trayectorías emprendidas por los vehículos, porque las aparentes direcciones se confundían con maniobras mareadas de tantos virajes. En las pistas las ruedas dejaban escoria y los pasajeros iban colgados tan tensados cuán arnés de constructor. Los edificios polvorientos exploraban la mudez de la sorpresa. Aquí todo estuvo en su normal cauce.

Es tarde ella parece haber encontrado su micro y se dirige abandonando la acera y a mí, como anhelo que supiera que me deja a mí. Quizás viva muy cerca de la periferia de Lima, lo sé por el micro que toma. Ahora estoy solo sin tener entretenida la mirada. Ya me quiero largar de este cojudo paradero; tomaría taxi si pudiese meterle un plomaso por paga al taxista, ingeriría veneno sino fuera porque no puedo ni tomar un jarabe. Seguiré esperando ser pasajero de la coaster. Unos minutos parecen aproximarse hacía mí y yo parezco alejarme de aquí.

Una banca llena de tiempo y excremento

El aire muerde las hojas escritas y emite aplausos agudos; las palabras parecen desprenderse del papel. En simultáneo, parece no encontrar el artículo el hombre sentado en el diván eclipsado por las sombra del estante de libros. Un hombre que mantiene un ceño accidentado por un montón de surcos; hace mucho tiempo existió un ríachuelo en tales surcos. Cuando Abelardo, este hombre, corría en la imaginación de cada momento. Cuando anhelaba ser otro al que es. Muchos detestan lo que son en el presente, pocos piensan cosas como estas en su mente. Es importante, para casi todo el jodido mundo, celebrar el cumpleaños, el aniversario, evitando las etiquetas, la consideración del tiempo pasado. Sin embargo, Abelardo ya perdió la cuenta de los años que tiene. No ha perdido la cuenta de las horas que han pasado desde que abrió el diario para encontrar trabajo; ya que él se preocupa de la cuenta que lleva de años desempleado y no puede olvidar sentirse tan cojudo, tan mudo, tan inexpresivo; al tal medida que desea llorar pero le da ganas de orinar por tener tan atrofiada la vejiga. Esos años son perjudiciales, Abelardo -parece gritarle su conciencia mientras no puede ocultar la desazón presente-, qué oportuno no contarlos. No importa cuanto siga repetiendo la lectura de las páginas solo se encuentra con los artículos típicos, como cualquier otro día, poseedores de accidentes, fábulas políticas, columnas precarias y vomitadas de tanta mierda.

Ya se cansó de examinar el periódico. Mira el reloj ubicado por encima de la repisa en el estante contiguo; flexionando las roídas rodillas que chillan por estar tan poco aceitadas. Se asombra, pues ya es tarde y tiene que volver a su hogar. Sale de la bilioteca, con paso tartamudo, apurado y preocupado. No hay mucho dinero en la casa, recuerda, mientras evita a los autos, cruza la pista y trepa con los pies hacia la otra calzada de la avenida.

Las personas cambian pero no su variedad siempre hay idiotas, casi siempre están ausentes los amigos, nunca buscan con los ojos un caminar erguido, nunca se preocupan en sentir tu presencia a menos que les arranches el tiempo, les prometas su entierro o les restas su dinero arranchandole algún objeto. La honestidad en esta vida de mierda no paga solo caga -parece reflexionar atravesando la ruin plaza que sí lleva la cuenta de los años suyos; pero no le ha celebrado ningún cumpleaños.

Ahora se detiene en el umbral de su morada. Mira como los muchachos juegan corriendo detrás de una pelota y varias personas padecen anemia de tan poco hierro en sus corazas no tienen defensa ni tienen quien los defienda. Se aproximan con bastante ruido autos apilados en cadencias de mambos de los tiempos de Abelardo que ya no recuerda. Los sonidos parecen chocarse como bólidos asesinos de viejos como Abelardo. A su edad los sonidos poseen filo y buena orientación; es preocupante porque en cualquier momento le destrozan cualquier miembro. Pero él está algo habituado a estos asesinos bulliciosos; comprende lo incomprensible en cualquier existencia. Quizás porque ya está muerto y nadie se acuerda de su entierro. Ya se cansa de observar vidas y que nadie observe su vida. Busca su llave en el interior del saco, en los bolsillos empolvados de bastante nicotina. Cierto, recuerda que la puerta del umbral no necesita llave alguna. Ahora si prefiere recordar que su hogar es el hogar de todos los demás -Se sienta en una banca del parque universitario de Lima y dirige su mirada seca e incolora hacia su sobretodo y el lodo.

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