Me alejo luego, quizás, me alegro
La inclemencia con que puedo pensar y actuar suele verse atiborrado de energumenos pensamientos. Muchos de ellos son para agilizar los planes apriori; pero hay que reflexinoar acerca de lo que implica esto. Es mediata la aplicación de esas acciones, por ello es que se tiene que estar sentado en algún pasillo, parado en una cola, en medio de la nada y de lo todo, sin poder abrir la boca y comunicar lo que pasa, se sufre de afasia de seguro. Espera es muy concurridamente connotado como un muro que se debe atravezar para llegar al otro lado, para llegar, regresar, para llegar a la meta. Sin embargo, yo he encontrado una connotación, como los existencialistas, que la espera es un muro que nos permite ir hacía el vacío. Vinculando una serie de acontecimientos recientes, es que me atrevo a realizar tal aserto. Naturalmente, los existencialistas dieron cuenta de que el hombre no puede estar seguro de nada, solo puede estar en demasía seguro de su muerte. Aquello es verdad. Cuando la vida se inicia indefectiblemente tiene su fin en la muerte, pese a que ahora se estén realizando esfuerzos casi inhumanos para poder trocar ese fin. De manera semejante, yo me permito barruntar que detrás del muro, también sostengo que va existir el vacío pero con una mediatez menos exigua, hay una especie de rincón apartado del mundo. Y que hay un sinúmero de alegrías propuestas para mí en ese rincón. Ahora, mi atribulación consiste en que me es dificultoso dejar atrás el muro con todo el mundo a su rededor. Tengo que aceptarlo, hay que visitar ese muro al menos por un tiempo lo suficiente como para poder esperar otro muro en el que pueda proponerme una alegría auténtica. Estaré presto ha mudar cuánto antes mis cosas hacía ese rincón para desde ahí, al menos, poder seguir escribiendo.
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