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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

Tu ausencia





Un día más
sin saber
si el sol
también
a ti quema,
una duda
más en
mi cabeza
me hace
preguntar
si aún
eres humana,
caminas
en dos pies
y al mes
te viene
el rojo
contigo
mentándole
la madre
otra vez.

Pasan
carros,
personas,
hormigas,
dinero,
en las calles,
tu ausencia
también todo
el tiempo

Me gusta verla
en lo posible.
Tu ausencia
tomando café,
pidiendo taxi,
conduciendo un automóvil,
leyendo los periódicos,
como sueles hacer tú,
paseando en bicicleta,
fumando un cigarro,
la marca que usas,
probándose ropa,
también transparencias,
sentada en un banco,
vestida de tul,
la minifalda de
oficina cruzando
tus muslos,
tu ausencia
pidiendo limosna
maltrecha, sucia
de oferta en las tiendas
vendedora de ropa
borracha antes
del mediodía,
guardián de pie
en las playas
de estacionamiento,
hedionda de perfumería
improvisada en el bus
a tu trabajo

Todos alrededor de ella
y ella en todas partes
si creo en tu ausencia,
cómo luego ser ateo

Un día menos
sin dudar
que tu ausencia
va a la farmacia
de la avenida
cerca a tu casa
y compra
muchas toallas

Tu ausencia
en tacos nueve
dando de vueltas
una cartera
humedeciéndose
los labios
con la saliva
de su parroquiano
en un sedan
de esos coreanos
cobra alto
y paga muy bajo
todo el tiempo
por encima
de las rodillas
por suerte
nunca las tuyas

Tu ausencia
sin ti por la noche
cogiéndome la mano
e invitándome a salir
al lugar donde hoy
tampoco
tú y yo
nos encontramos

Temo parecerme
a ella al mirar
al espejo
de reflejo
en alguna vitrina
lo peor en mi vida
debe ser ser tu ausencia,
pese a estar a veces
tan cerca.




Cosas








Si en tu mente aparece ternura en forma de un ave, la confundes con una de esas nubes grises que no llaman tu atención ni la de nadie. Cuando la sientes dibujándose en tu cara, sueles llevar la mente en blanco. Los días soleados contigo feliz los recuerdas con algunas fotos. Así haya horas largas de ellos en ti, en solo unos segundos, quisieras plasmarlos como solías hacer incluso cuando estaban más cerca. Por mi lado, las cosas parecen surgir con menos oportunidades para que pueda atraparlas en mí. Tú ya ni siquiera piensas que pudiesen ser atrapadas. De niña, debes haber ido tras ellas con las manos abiertas a cazarlas como si fueran los insectos que pocas chicas se animaban a atrapar. Yo solo he imaginado verte hacerlo cuando fuiste más grande, luego de que las oyese de tu voz imaginada. Entonces las decías acariciándolas de lleno, una por una. Jamás había soñado que alguien pudiese en carne propia atrapar arena, agua y fuego, añadirles muchas sensaciones, además del dolor y la intrascendencia, que normalmente son producidas en quienes yo tan solo durante unos años había visto experimentar. Sin embargo, lo más increíble fue ver que todas ellas las atrapabas para mí. Al entregarme lo que tus manos habían guardado y tu mente había tornado en vida, probaste que también podías hacer de lo inefable lo más agradable, a cambio de las cosas que por primera vez daba a alguien. Ambos aprendimos a hablar en silencio todas estas cosas invisibles, no solo verlas y utilizarlas como en cambio ahora hacemos. Nada mal si no fuera porque algún día volveremos sobre caminos distantes, a sabernos en la posibilidad de entregar cosas distintas, de las que una sola persona pudiera recibir sin confundir una cosa con cualquier cosa. Valdrá no confundirnos si a nuestro turno no nos reconozcamos el uno al otro en ninguna persona más que quien está ahora mismo entregándonos una cosa que emocionados leemos ahora.




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