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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

Lazy




Lazy no sabe decir lo que no sucede. Tampoco ladra ni es fiel. Ella diría que tiene dos piernas, que perdió las patas por tocar muy tras sus uñas. De manera que terminó deformándoselas en cinco dedos. No tuvo ningún cáncer de que hablar pero no impidió su caída de pelo. Los pocos se escondieron en su cabeza, antes que otros crecieran confusos entre sus piernas, las que se alargaron deformes a las de su especie, oblicuas, avellanas y libres, síntomas peores que epidemias y sarnas. Sobre la antigua mata de pelos, ahora desnuda, dos tumores asomaron, mostrando en las puntas dos costras raras, suaves y firmes. Cambiar así le llevo a mirar por primera vez una altura por encima de un metro, el mundo plano que siempre vio redondo. Por donde ella se descuartizaba en dos, su cuerpo se estrechó engañando a las líneas rectas, abandonándolas a su suerte de directas y desabridas. Y al final de ella, la cola que traía fue desapareciendo tras los pelos cayendo, recortándola exuberante y rijosa en un redondo capullo rosáceo, aún cerrado y terso. Por la mañana se enfermó así. A sabiendas de que no dice lo que no sucede, al contrario de mí, me indicó marcharme y dejar dinero sobre el velador. Lo único que en la cadena de la evolución hasta hoy no le cambia.



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