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Reminiscencias de todavía

Nunca hoy

Vociferaciones Circulares

Hoy, me remito ahora sí abandonando a cualquier otro sujeto, ha sido un día para que me encuentre en un lugar al que no iba hacía mucho tiempo. Tiempo atrás yo restaba el tiempo de dos amigas muy entrañables, tanto que una de ellas llegó a más; pero con el pasar de los meses, sí de nuevo con el tiempo, han notado como mierda se le culpa a este cojudo cada vez que nos olvidamos de algo, y las consecuencias de diversos hechos, como mi centro estudios entre los más destacados, han ocasionado que este sujeto, más fácil: yo, se aleje paulatinamente...

¿Qué será de sus vidas no? ¿Cómo estarán? Quizás estén más gordas o menos flacas o rechonchas o agradaciadamente llenitas, creo que ya cubrí todas las posibilidades; en fin. ¿Me han llamado no? Sí estuvieron llamandote hace dos semanas ¿Cuando fueron sus onomásticos? Ya lo olvidaste, era cuando tú no te acordaste, cuando estuviste en otro lugar y con ninguna de ellas. Cierto ¿no? que carajo estaría haciendo. Ya no recuerdas, imbécil. No pues, no recuerdo, acaso tú recuerdas. Al menos recuerdo que tú no te acuerdas. ¡Y por quién me estás tomando! Yo, a mí me hablas, yo por nadie; quizás porque eso mereces ser NADIE. Sea lo que estaría haciendo en esos desafortunados cumpleaños, ellas estuvieron muy resentidas por ese error temporal mío. De que error estás hablando pobre cojudo; eres un hedor, sí habla de ese hedor que eres. Ya callate, dejame proseguir. He establecido contacto, restableciendo el tiempo presente, con una de ellas. Tuvimos una conversación algo ajetreada de: "¿Qué cuentas? ¿Qué milagro que vienes por acá? Pues hoy es día de Santa Rosa, decía yo mientras trataba de contar los surcos de la vereda de su patio, ya ves ha hecho un milagro... y así bla, bla...". El problema es que tuve cierta sensación de que algo había pasado, botando a patadas al tiempo que ya está muy manoseado; ya no era lo mismo. Ya no eramos los mismos chicos de dieciséis años, aproximadamente, parece que hemos cambiado. Hasta ciertos disfuerzos suyos me parecían falsos, no suyos y no posaba la mirada en mí como hacía tiempo. Las jergas que utilizaba me eran desconocidas. Qué más agregar, la verdad es que me encontre muy defraudado de ella, y de mí particularmente. Es lo menos que debías hacer... Ya no interrumpas.

Estoy muy arrepentido de ese trato que les he tendido. Me he comprometido, un compromiso más un compromiso menos igual ¿no?, a estar más pendiente de ellas y tratar de reconciliar nuestras alegrías, correspondencias, similitudes, gustos. Ojalá cumplir. Ojalá te extirpen toda la escoria que llevas ahí como mujer embarazada; me provocas vómito. Nadie te ha llamado,te lo pido educadamente; te podrías cerrar ese hocico antes que te lo cierre. Si yo guardo silencio tú también. Yo he estado haciendo mutis todo este tiempo; tú que me estorbas en este post. El único estorbo para la existencia de cualquiera eres tú. ¿Yo te estorbo? ¿Tú me estorbas? Ya deja de postear esto que vas acabar suicidandote.

Algunas despedidas palabras


Las despedidas con ella son muy numerosas, por ello no los he podido soslayar ni por aquí. Hace unos momentos me encontraba conversando entretenidamente con una persona, lo severo de tal conversación es que ambos sabíamos su duración. Y eso siempre me agobia, es decir, me jode cada vez que tengo que hacer algo con la citada persona. La muy truhán despedida permanecerá, llegará cuando ya no nos sea posible estar juntos. Sin embargo, para todo aquel que se sople estas palabras, habrá una razón por la cual estipule algunas objeciones, yo en otro tiempo lo estípularía. Quizás mañana lo haría, inclusive más tarde

Causa grave daño, origina que sangre lágrimas y respire mi aliento mortecino, intermitentemente. Es una de las consecuencias que hay que afrontar en toda relación, una de una copiosa cantidad de peligros; seguiré con mis hábitos cierto? Seguiré como el día, manchándose de nubes cada vez más oscuras, de estrellas cada vez más lejanas y de vientos cada vez más hediondos, tóxicos.

Para paliar esta situación, me hago la idea de que ella esta cerca de mí, sí de vencer los kilometros merdosos que nos escinden sin asco ni sabor, a través de estos aparatitos que sirven para que alguien se comunique con las personas encontradas en los lugares más remotos, en teoría al menos. Hace un minuto que sonó mi celular, dicho de otro modo, me timbró ella. No queremos hablar porque así la espera se hace más jadeante y menesterosa; y porque ninguno tiene saldo.

Cuando vea sus ojos, por vez enésima, quedaré ido de nuevo en el espacio y tiempo; me dejaré llevar por lo que me dicen esos dos círculos marrones y acariciaré la tugurización de hebras que los defienden para después acariciar sus labios con los míos.

Ya me he convertido en una persona que nunca se hubiese enorgullecido de la anterior de años pasajeros; yo sin ser pasajero de esa ruta hacia un destino en el cual para tal vez ,como dice BUNBURY, llamaré a algo extraño: mi familia.

... Adormecimiento desvaído


Descabellados cráneos se arrastran
al ras de su llanto.
Cuando besa, acaricia las trepanaciones concadatenadas
en la masa osea de los decapitados.
Los cráneos expelen amoníaco, como lo tortura esta sensación extraña.

Se mira a sí mismo y sigue estando en el recinto, sobre el piso resabioso.
Se pierden haciendo círculos, las fístulas idas por la mierda
artera, esa trajínosa criatura que lo alojo en su vientre
en un letargo húmedo, aquella vez, tal vez recuerda,
lo inrecordable, puesto que su ausencia existía y se asemeja, con disímulo, a la muerte.

El sitio plagado de fisonomías semejantes a la suya...

Observan como él está inmóvil con los ojos blanquecinos, la córnea abandonada
por el iris. Él permanece con la boca obtusa estirada.
El espasmo aumenta y, ellos, se acercan, raudamente.
Pese a los tirones repetibles, Zacarías, no reacciona.
Pálido, gotas espesas y burbujeantes se precipitan dibujando
un riachuelo en su cuello
Ellos se desesperán,
Yo recién me aproximo a él
me asustó la mueca endomoniada que muestra su rostro.
Su familia no logra hacer nada.

Del techo llueven partículas de escarcha y un temblor irrumpe y destroza
el mingitorio, así como a la mierda que tiene por feto.
En el sitio no sienten nada; yo tampoco siento algo.
Pero se puede, observar en el pasillo comunicador de los dormitorios
al temblor personificado por la estrepitosas caídas de todos los cuadros, que
alguna vez Zacarías colgó.
Del suelo en el pasillo, se distinguen surcos gigantescos y grietas
temblantes. Cómo es que no nos percatamos del menor movimiento?

El temblor está presente
pero yo no siento nada
Zacarías se mueve bruscamente con los labios elásticos ya de tanto permanecer
yuxtapuetos a la mandíbula.
Tiembla, tiembla con fuerza indómita
No puedo seguir presenciando esta aberración de esta situación
Ellos tiemblan, después de, algunos instantes, Zacarías.
Espantoso, yo no tiemblo...

Estoy inmóvil
Seguiré viviendo?
Por qué no siento nada, solo veo una especie de fondo
carnesí
Sí, quizás este vivo o esté con un bostezo eterno.

A la conmiseración de nadie

Por favor, no encontraré más alivio en ese cuarto,nuevamente; no recuerdo cuando fue la última vez que te lo exhorté. Siempre acostumbró pedir favores a mi compañero de cuarto en esta humilde solar lejano de cualquier familiar, denominaba así a las personas que solían asolarme con su presencia, salvo que ahora lo hacen pero con su asusencia. Salgó por las tardes, con cierta frecuencia, a ver como las orinas pestilentes de hebríos vespertinos humedecen las roídas paredes en las casas vecinas; esos líquidos excretados confluyen en patidifusos charcos topacios tránslucidos, y confundidos por la hiel de muchedumbres. En tales momentos de inspección urinaria, debería llamarla una sórdida inspección pública, me aproxime, como todas las tardes desfallecientes con el sol profugo ya del cielo, a un local bohemio en cuyo recinto ya se podía oír los ecos caoticos y las risas altisonantes de un gentío en festejo. Siempre he querido compartir las alegrías vivas en ese local, mientras la ruidosa música disudía a varios de mis vecinos a mí me impregnaba cualquier sentimiento excepto el tedio.
Hace un par de meses vivo en ese apartamento de sombríos colores y escuetas habitaciones; en fin la renta me posibilita seguir superviviendo del negocio de un amigo que me manda, constantemente, dinero como utilidad de mi inversión.

- Has encontrado mi cepillo, Ernesto? - le pregunté a mi compañero.
- Dondé mierda crees haberlo dejado ayer, pues.
- Solo encuentro tus zapatos junto al inodoro.
- Piérdete, cojudo cómo no buscas tu cordura.

Era un entrañable amistad,entre los dos, la que se había consolidado. Ernesto se dedicaba a trabajar en una librería que se encontraba en la avenida principal perpendicular a la calle posterior a nuestro edificio, no sé si merecerá llamar edificio a una edificación que posse tres pisos y una asotea que hace de piso, pues se han ubicado ahí inquilinos nuevos. Mi compañero me ayuda con lo gastos de comida y ocio: televisión, radio, revistas, diarios. Y, se hace lo que se puede cuando nos da por disfrutar algunos lujos.

Hace más de tres semanas que le he contado a Ernesto acerca del local, lo llamán, porque no tiene un nombre oficial, Joraca, según dicen por los profusos carajos pronunciados sagradamente en cada derramamiento de licor en bocas arqueadas. Mi apremio fue inesperado cuando me dijó que él ya había asistido hacía un año a ese local para celebrar un año más de no inexistencia de un amigo, también con una amistad entrañable para con Ernesto.

- Para quieres ir? Tú eres un vagabundo que anda en estas cuatro esquinas de la habitación; además yo que sepa eres muy callado. Me extraña tu proposición.
- La pasan de putamadre en el Joraca; de pasó aprenderé a beber.

A mis dos décadas, y un lustro pasado ya, había sido abstemio; pero desde que vi el Joraca me entró la fascinación del disfrute por ese líquido que estimula y alegra.

En la noche de un jueves, fuimos al mencionado local, estaba emocionado por las miradas avispadas de las personas. Había cuatro morenas que saludaron a Ernesto, y impremieron su beso de bienvenida en mi ansioso rostro, después de ser presentado por él. Después ordenamos,ya,unas bebidas. La espera era algo acuciosa, estabamos sentados emparejados con dos de las cuatro morenas en una de las mesas. La música, en ese instante era uno de los himnos del vallenato, ya iniciaba mi jubilo. La mesa era redonda, agrietada por un montón de intersticios diminutos, parecía una esponja. El piso estaba garabateado de un montón de ribetes de alcohol. Habría cerca de veinte personas a nuestro deredor bailando con prefecto ritmo.

- Son tus cosas querida, bella amiga
Otras cosas son mías
Como adornas mi vida
Solo danza, bellísima, que esta noche eres mía... lala -taradiaba un mulato prendido de los prominentes senos de una joven mujer.

Al rato, el mulato y la mujer, al contrario del mulato, de tez blanca, dejarón de bailar para salir encadenados con las manos en la cintura de uno al otro, y viceversa.

- LLegarón las cervezas, chicas, ¡hace tiempo que no terminó con esta sed!
- Ahora vengo...
- Y ahora que pasa contigo -mirándome con cejas oblicuas-; seguro ya te arrepentiste de venir ¿no?

Tenía que ver que hacía el mulato, pese a que la respuesta era obvia algo me interesaba de esa escena que presencié minutos atrás. Ya en las afueras del Joraca, la calzada alojaba, como por rito, a las ciénagas por la orina maloliente; me entretuve en seguir, por vez adicional, el curso del la corriente amarilla. Seguí hasta que me detuve porque la orina terminaba en una pared; donde el mulato tenía una pierna volanda y abochornada, exquisita de su pareja de baile del Joraca. Yo estaba a pocos metros, unos tres calculo, de la escena. La rubia parecía enterrar los dientes en el cuello del mulato mientras este arremetía a la mujer con la pelvis cada vez más dispuesta hacia arriba. Una y otra vez, se repetían las arremetidas acompasadas por el movimiento anfitrión de la pelvis con la misma orientación que la del mulato. Extasiada por el fragor del rozamiento, la rubia tiro de la correa del mulato y se arrodilló a examinar la agudeza que descollaba del pantalón. De la ropa interior, una extremidad rígida parecía alegrar a la rubia y esta ya completamente en el aire, y con la ropa interior caída, se encaramó al cuello de su pareja y profirió cuanto grito pudiese. El vaivén superior e inferior no tenía fin, so las confluencias de las orinas de muchedumbres, y a partir de ahora,so las irrigaciones blanquecinas, quizás, de muchedumbres. Los besos eran confundidos con muecas bestiales propias de animales en lucha. Los senos eran asistidos por la lengua vigorosa que se curveaba como las caderas de la rubia; sus cabellos ociosamente arreglados y impetuosamente tirados de lado a lado por el mulato parecían iniciar una sensación extraña en mi cuerpo, puesto que además de abstemio era casto. Y me ardía la envestidura de mi falo que ya lucía pominente y desdibujaba la silueta de una cumbre en mi perfilada fisonomía.

Mucho tiempo, recuerdo, con estrépitoso ahínco duró esa escena que desnudaba mi ignorancia para atisbarla del más profuso saber. En definitiva, los tiempos adversos siguen siendo parte de mis versos.

- Ayer tiraste y ni respetaste que te lo diera por el culo, Ariel - Decía la rubia con enojo.

- Dejame, rubia, que te he visto putear feliz... no tendrás sencillo? -Decía yo hace unas horas.

uN post más, ¡hip! ... y me voy!!!

Han pasado varios días desde que este blog permanece vivo de miradas austeras y critícas cercanas. Los últimas subidas han estado contenidas de mi persona con cierto sigilo, pues era para advertir mi particípe ausencia en cada una de ellas. Los vacaciones ya no tardán más en suicidarse y esperar a, quizás, el próximo año para poder resucitar, como el barbón adornado por una aureola, pero a los 3 meses después de la muerte. Desde que terminé el ciclo los entes abstractos nacieron para ser partícipes de mis felicidades y mis penas -hasta el aburriento. Ya el proceso de matrícula ha concluído hace algunas minutos, en mi caso, por supuesto, y ya no tendría que saber más de la universidad si no es porque me falta aún asistir a ella, sí pues me ofrecí para ser concomitante de una persona que ya no mencionó ahora por cansancio.

La tan famosa, ahora o desde las fiestas patrias, austeridad ha sido proclamada por mi bolsillo y por el bolsillo del gobierno a través del representante legítimo de nuestro país -sí aquel compadre que alguna vez derribó a un sujeto de un ominoso, como la ominosa cadena arrastró... , zapataso- y su sequito de ministros y congresistas. Es por eso que, más que entes concretos, mis vacaciones, o como dice mi santa madre: vagaciones, han estado provistas de entes abstractos. Además que se han suscitado dos semanas amargas y preocupantes; son culpables abyectas de hacer que revele la existencia de esa persona, que no mencionó por cansancio.

En este ciclo llevaré cine como curso extrafalario y, por ende, interesante para acompañar mis momentos de lectura de los versos más candentes, sí también voy a llevar poesía. Y sin ya nada más que mencionar, me retiro a seguir escondiéndome detrás de mis posts venideros y, claro, sin suplicar a la canícula, pucha la mencione, que deje de arrebatarme mis oportunidades para verla.

Sobre los demás cursos puedo informar acerca, más o menos, de mi proceso de aprendizaje de ellos: Primero me meteré en un ANTROpo... para vaciar mis ansiedades y liquídos fermentados a través de un MATE; segundo, con el fin de no atrofiar mucho las fisonomías de las ninfas, trataré de ennoblecer mis movimientos con la cadencia de la rima y su POESÍA. Tercero, si es que alguien sale herido, justificaré mis culpas, ÉTICAmente, para no ser juzgado por los andrajosos. Por último, harto de tanta aceleración, saldré del antro e ingresaré a contar este relato a algún CINE barato, quizás el alcazar, por qué no?

Una entraña perteneciente a una hebdómada alada de pausas eternas

De un frío insondable eclosionó aquella tarde que esperó una respuesta negativa. La preocupación quemaba su paciencia como el fogón ardiente de la estufa de la otra habitación. Pero ni siquiera ese calor disminuía el aterido incubador de este ambiente vespertino. Por qué se encontraba imbuído en la preocupación. Cuando ella le dijó que no le venía, él sentía que ya no le venía la vida más. Las advertencias, de un caos definitivo, parecían destellarse y reverberar en la conciencia alarmada de él. Por más que ella trataba de realizar eufemismos la inseguridad se interponía en el diálogo; no se podía apartar a la maldita noticia (¡no le vinó a ella!). Pese a que la no venida carecía de todo sentido; la bienvenida no se manifestaba y, ya era tarde; ellos lo sabían. Él barruntaba todo la caída del mundo, de sus ilusiones y la cercanía de la muerte, que ya se volvía perferible y requisitoria. No hay peor desdicha; la vergüenza abrazará sus cuerpos a partir de ese día, en el cual lo nefasto calcinará sus esperanzas y congelará sus vidas; para hacerlas impropias. La enfermedad perfumará el sudor de su lamento y las lágrimas se harán cotidianas como la basura, que recogía todos los días del verano anterior, el peligro insidioso. Iba a estar acompañada, ella, de otro ser perniciosamente suyo. Ninguno de ellos denominaba a ese ser; porque no había porqué de llamarlo como lo llaman todos a un ser endogeno en ella. El cielo seguía llevando, a través de su caudal, a las nubes estrato mientras ellos se despedían. Y en la tarde, los minutos se despedazaban lentamente. El frío perforaba cada orificio que componía su fisonomía. Su garganta se encontraba seca como los cabellos regados por la sal del sudor cruento.
Pasaba el tiempo y la preocupación no. Todo el sufrimiento se hacía concreto; se llenaba de vida, y cambiaba constantemente para fornicar con esa desesperante preocupación. Todo era un perfecto círculo que encerraba a su tranquilidad. Piedad expectante de mí cuando llegaré a tu remota hospitalidad y destruíras este círculo. Así lo pensaba él, pues el desgano ganaba su alma.
Al fin, la noche recibió a la tarde y la asesinó; con esto el círculo se resquebrajaba; es cierto entonces que el pasar del tiempo palía el sufrimiento, hasta aquél entonces eterno. Las llamadas se empezarón a manifestarse a través de oscilaciones desprovistas de materia. De quién era? Pues, de ella que acompasaba tu sufrimiento con el suyo. Los dos parecían pasar el mismo castigo. Sin embargo, ella ya empazaba a ceder ante ese padecimiento. La tranquilidad era menestér y el anochecer desfallecía; ya no se esperaba más preocupación. Célibe hubiese preferido ser en la noche desnuda del calor de ella.
Hasta hoy la noche pudo llegar con su cadáver repugnante; despierto estoy y ya no soy él. Me preguntó acerca de ella, y como nuestro zaíno destino seguía, también, despierto. La llamada de ella hizo su epifanía en el umbral de mi cuarto. Otra vez estaba, como otros días, estaba hebría de felicidad y dice que se emparentaba y sangraba como un antílope sangra ante su depredaror. Cuán feliz me sentía, cogí la botella de dicha y la rocié contra mi rostro. En este relato ella también se convirtió, aparte de estar exangüe de tanto sangrar, en ti, seguro que escondes tu rostro y muestras tu alborozo.
Dedicada a, entonces, ella

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